Nos han dicho que la clave es producir más, aprender más, crear más.

Pero si haces todo eso sin parar, sin criterio, sin pausa, acabas funcionando como lo que querías evitar:

una fokin máquina

La chapa que te voy a dar hoy es un recordatorio de que ser humano no va de producir en cadena. Va de desarrollar el pensamiento crítico y aplicarlo.

(Y de saber cuándo no hacer nada es lo único que tiene sentido)

Todo el mundo crea. Nadie se pregunta por qué.

3 mentiras del trabajo moderno:

El problema es que todo eso también lo puede hacer la IA.

Estás harto.

Y ni siquiera sabes de qué.

Cada día produces más, consumes más, aprendes más.

Y sin embargo, sientes menos.

Cada clic, cada turno, cada proyecto suena a “lo correcto” pero huele a plástico.

No es burnout.

Es desconexión existencial.

Es darte cuenta de que estás haciendo cosas que no recuerdas, para gente que no conoces, desde un yo que ya no te representa.

Vivimos en una fábrica sin sentido.

Trabajas como si hicieras algo importante.

Tu jornada está llena de tareas.

Respondes tickets. Llenas dashboards. Reportas KPIs.

Vendes. Atiendes. Automatizas. Cierras.

Todo parece funcionar.

Pero cuando respiras un segundo —si es que puedes— te das cuenta de que no queda nada tuyo en lo que haces.

No hay espacio para tu criterio. Ni para la contradicción. Ni para una pausa.

Solo inputs. Solo outputs.

La trampa no es el trabajo.

Es el modo: hacer sin pensar, avanzar sin decidir, cumplir sin impactar.

Eso también es automatización.

Solo que esta vez, la IA no te ha reemplazado.

Eres tu mismo el que se ha entrenado para actuar como si ya no fueras necesario.

Producir sin parar hasta reventar.

Nos vendieron un camino:

Estudia una carrera. Apúntate a cursos. Sácate certificaciones.

Aprende muchas skills. Haz bootcamps. Paga por másters online.

Trabaja sin parar. Monta tu marca personal.

Intercambia todo tu tiempo por tokens que se evaporan en cuanto te entra gusa.

Compra libros que no lees. Llena carpetas de PDFs que nunca abres.

Haz funnels. Haz reels. Haz networking. Haz contenido útil. Hazte el útil.

Invierte en ti. Mejora tu perfil de LinkedIn.

Automatiza tu vida. Monetiza tu pasión.

Sé productivo. Sé visible. Sé tú… pero con una estrategia de marca coherente.

Parecía libertad.

Resultó ser autoexplotación disfrazada de crecimiento.

Y cuanto más haces sin pensar,

más te disuelves en el algoritmo.

Tu criterio desaparece.

Empiezas a sonar como todos porque haces lo que hacen todos, solo que más rápido.

Has confundido hacer con avanzar.

Has confundido tráfico con atención.

Has confundido atención con impacto.

No es tu culpa.

El sistema está diseñado para que te sientas improductivo.

Pero eso es justo lo que te vuelve prescindible.

La productividad sin sentido.

Es la versión 3.0 del trabajo esclavo.

Pero el látigo no suena en un campo de algodón.

Está en tu cabeza.

Y tú mismo te obligas a no parar.

Per Aspera

Antes, crear algo exigía un proceso.

Tiempo, fricción, repeticiones. Cuidado.

Ahora basta con teclear una frase para generar una app, un logotipo o una marca entera.

En diez minutos puedes tener veinte posts, un podcast con voz sintética y un vídeo con subtítulos virales.

Pero lo que se crea sin resistencia, también se olvida sin culpa.

Cuanto más accesible es la creación, menos valor tiene lo creado.

Y si sigues creando sin implicarte, sin filtrar, sin arriesgar,

acabarás creyéndote tan prescindible como lo que produces.

La IA no te ha quitado el trabajo.

Te ha convencido de que vale lo mismo hacerlo sin ti.

Aesthetics of hate

Cuando todos pueden crear cualquier cosa con un clic, lo valioso ya no es hacer.

Es elegir.

Ese filtro, esa decisión estética, esa negativa al impulso automático…

se llama gusto.

Gusto es lo que te impide publicar algo que no duele.

Gusto es lo que hace que una línea mediocre te dé vergüenza.

Gusto es lo que diferencia un humano de una máquina entrenada.

Gusto es el nuevo lujo. Y el nuevo “leverage”.

Pero el gusto no se enseña.

Se entrena.

Se itera.

Se sangra.

Rory Gallagher tenía gusto.

Kubrick tenía gusto.

El barista que recuerda tu café y te lo sirve con una sonrisa genuina… también.

En un mundo que idolatra la escala, el gusto es lo que queda cuando todo lo demás se ha automatizado.

Tanto hacer. Y ni un puto segundo para pensar.

Te han enseñado que aburrirse es perder el tiempo.

Pero sin aburrimiento, no hay ni Ethos ni Pathos ni Logos.

Sin calma, no hay profundidad.

Sin silencio, no hay revelación.

Beethoven no componía en Logic.

Darwin caminaba sin rumbo durante horas.

Jobs tomaba decisiones clave caminando, sin pantalla.

¿Tú?

¿Has aguantado 30 minutos sin tocar el móvil esta semana?

Crear no es sentarse y producir.

Es dejar que algo madure dentro hasta que no puedas no hacerlo.

Es darte tiempo hasta que la forma encuentre sentido.

Y eso no cabe en un calendario.

No hacer nada también es una decisión. Y a veces es la única que importa.

No todo el mundo quiere ser artista, ni emprendedor, ni artesano digital.

Y eso está bien.

La trampa de esta era es pensar que crear es obligatorio para existir.

Si seguimos creyendo que valemos solo por lo que producimos, estamos replicando el modelo industrial con nuevas herramientas.

Hay otra forma.

La de cuidar, escuchar, contemplar, estar.

No-hacer como protesta. No escalar como decisión. No publicar como libertad.

A veces, la forma más radical de crear es negarse a llenar el feed.

Entropía

Cuando la IA haga todo lo útil, lo técnico, lo predecible…

lo único que tendrá valor será lo que no tenga lógica suficiente como para ser replicado.

Tus rarezas.

Tus contradicciones.

Tu voz.

Tu gusto.

Y si no cultivas eso ahora, no lo vas a encontrar cuando lo necesites.

Porque el gusto no se compra.

No se subcontrata.

No se aprende con un curso.

Se construye, una decisión estética a la vez.

Haz menos.

Pero hazlo tuyo.

Y hazlo tan bien que nadie pueda reemplazarlo sin perder algo que no saben nombrar.

Cuando todo esté hecho, solo importará quién eres sin hacer nada.

No sobrevivirán los más productivos.

Ni los más rápidos.

Ni los más virales.

Sobrevivirán los que hayan cultivado algo que no se puede replicar:

criterio.

coraje.

y conciencia estética.

Porque cuando el trabajo desaparezca, lo único que quedará es quién decides ser sin que nadie te pague por ello.

Keep Reading

No posts found