Vivimos tiempos de incertidumbre. Cada día, las noticias reflejan crisis económicas, conflictos geopolíticos y el colapso de estructuras que parecían inquebrantables. La sensación de que el mundo está cambiando aceleradamente es cada vez más evidente. Pero más allá del caos, hay una verdad ineludible: estamos en el umbral de una transformación histórica.
Desde hace décadas, diversos pensadores han tratado de entender si los cambios sociales responden a patrones predecibles. Uno de los enfoques más influyentes es la teoría Strauss-Howe, que sostiene que la historia avanza en ciclos de cuatro fases: una época de estabilidad, seguida por una de despertar y cuestionamiento, luego un período de fragmentación y, finalmente, una crisis que marca el colapso del orden anterior y la gestación de un nuevo comienzo.

Hoy, en 2025, las señales son claras: nos encontramos en plena fase de crisis. Las tensiones económicas, la polarización política y la aceleración tecnológica han convertido a esta era en un punto de inflexión. Las instituciones que sostuvieron el mundo durante las últimas décadas están siendo desafiadas, los modelos de poder se reconfiguran y las narrativas que parecían inamovibles empiezan a resquebrajarse.
Sin embargo, lejos de ser un anuncio de catástrofe, este momento es el preludio de una renovación profunda. A lo largo de la historia, cada crisis ha sido el detonante de un nuevo orden. Lo que antes tardaba décadas en transformarse, ahora sucede en tiempo real. La revolución digital y la hiperconectividad han acelerado este proceso, brindándonos una oportunidad sin precedentes: la posibilidad de influir en el futuro desde el presente.

Lo que muchos ven como el fin de una era es, en realidad, el comienzo de otra. Como ocurrió en otros momentos históricos, la estructura que se desmorona deja espacio para la construcción de nuevas ideas, nuevos liderazgos y una redefinición de la sociedad en su conjunto. La pregunta clave no es qué perderemos, sino qué construiremos. No se trata de resistirse al cambio, sino de moldearlo.
La teoría Strauss-Howe nos recuerda que cada crisis es también una oportunidad. Este es el momento de desafiar lo establecido, cuestionar lo que damos por sentado y convertir la incertidumbre en innovación. El fin de un ciclo no es un cierre, sino el preludio de un renacer. Y depende de cada uno de nosotros definir cómo será.
La historia se está escribiendo ahora. ¿Qué papel vas a jugar en ella?